Querido cuerpo,
No estoy segura dónde empieza nuestra historia. Leí que a los dos meses de vida, los bebés descubren sus manos. Las desempuñan, al fin, separan el pulgar y se lo llevan a la boca para, entonces, explorar el mundo con esa boca. La lengua como el primer tacto. Pero eso, claro, no lo recuerdo.
Recuerdo cuánto gusto me daba de niña sentarme en el solar de mi casa y poco a poco irme quitando la ropa para recibir el calor del mediodía. Ese idilio de sentirte y sentirme como una planta que se regocija en la lumbre duró quizá hasta ese día en que me llevaron a comprar un vestido de baño de dos piezas. Uno de chica grande. Supongo que no acostumbraba a mirarme desnuda frente al espejo, así que ese día descubrí tus estrías y vi cómo el caucho del bikini partía tus carnes blandas, como si de mí fuera a salir otro cuerpo. Salí llorando del vestidor y decidí que no me gustabas, que me sobrabas.
Ahora sé que eso no lo decidí yo en realidad. Que lo habían decidido desde antes otras miradas y comentarios e ideales de cómo debías verte. Incluso una simple muñeca de plástico me frustraba. Yo no era como ella. Mis muslos sí se juntaban, mi pecho no sobresalía, mi pelo era oscuro y ondulado. Acabo de escuchar que la comparación es la ladrona de la felicidad.
Acumulé más momentos así en los que te fui separando de mí, como si no hubiéramos nacido juntos. Quería que me fueras extraño, pero no, me eras cada vez más familiar porque aprendí a mirarte en todos los reflejos. Te nombré entonces territorio de guerra o por lo menos un lugar donde podía controlar algo. Lo demás, lo de afuera, se me escurría, o yo creía que se me escurría. Pensé que como espacio y no como cuerpo te podía disminuir hasta desaparecer.
Te hice pasar hambre, llenura y otras cosas que no son fáciles de escribir porque la escritura también es cuerpo que siente y que recuerda. La poeta Victoria Chang dice que hay un pájaro y una piedra en tu cuerpo. Tu trabajo es no matar al pájaro con la piedra.
A pesar de todo, y saltándome una buena parte de esta historia, me alivia que nos hayamos reencontrado. Te veo y me veo en lo que soy en este instante. Y soy ya tantas cosas, que no me desvela mucho lo que puedo llegar a ser.
Algún día tendré que pedirte tregua de nuevo. Decirte que mejor no nos veamos por un tiempo, por lo menos hasta que entienda qué es lo que, en realidad, me pesa, me incomoda. Porque siempre es algo más que un cuerpo.
Aquí,
Jules.
👆 Cuando lees estas cartas y yo las escribo nos estamos dando tiempo de calidad, como una conversación de amigos en un café. Este enlace de arriba es una forma en la que puedes decir “hoy, yo invito el cafecito”. Gracias por eso.
Todo sobre “El vuelo de las jorobadas”
Espero que abras este correo a tiempo y puedas acompañarme en este encuentro virtual en el que hablaré sobre el “detrás de cámaras” de mi libro El vuelo de las jorobadas. Esta sesión hace parte del club literario para jóvenes Craquer Sapiens. Por mí, es suficiente con que te sientas joven para inscribirte gratuitamente aquí.
Si me preguntas qué poema necesitas cuando sientes que el cuerpo te sobra, te diría que este, donde el cuerpo es urna y vida también.
Si te apetece que te recomiende algún poema a la medida, solo escríbeme.
Hacía falta un cuerpo (Teresa Colom)
Hacía falta un cuerpo, como la urna para las cenizas
para que no se dispersasen,
para que no se fundiesen con las cenizas de los mares, de los árboles,
de los otros.
Porque cuando la mano fuese a tocar, la mano estuviese
y fuese de alguien.
Porque los vivos no fuesen los muertos
y los muertos hubiesen existido.
Porque no se pudiera optar por no ser nada.
Porque en la oscuridad la mirada fuese hacia fuera
y afuera hubiese tierra y estrellas.
Hacía falta un cuerpo
pero para contener no sé qué.
📚 La trama
No sé cómo se me había pasado recomendarte uno de los títulos que me hizo amar la literatura de no ficción, el texto que me sembró la idea para escribir mi primer libro de ensayo personal. Cuaderno de Faros, de Jazmina Barrera es una delicia de lectura. Es un viaje no solo de faros, sino uno literario y filosófico.
»Lee la reseña completa que escribí de este libro.
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🎬 El carrete
Esta es una película viejita, pero sin duda una de las mejores que me he visto últimamente. The fisher king de Terry Gilliam es una de esas bombas que soltaba Robin Williams que va sobre el duelo, la culpa, la fantasía y las historias alternas que nos contamos para sobreponernos al dolor y cómo, al final, nos tenemos que enfrentar a ese caballero de armadura ardiente. Búscala; momento ‘guash’ garantizado.
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🎨 Puntada creativa
Se dice que en Las Hilanderas de Velásquez se representa el mito de Aracne, quien venció a Palas Atenea en un duelo de tejido. Pero una cosa es hilar y la otra, tejer. Sin embargo, hay algo que sí sucede en este cuadro y en el mito: las mujeres se cuentan historias mientras sus manos crean el tiempo que pasa y la presencia (la materia que se vuelve ovillo, el ovillo que se vuelve abrigo, el abrigo que se vuelve abrazo). Mira aquí en detalle esta obra maestra.
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🌻 Dechado de jardines
El concepto de jardín es tan amplio que no terminaría de escribir sus metáforas posibles. Incluso creo que se puede reemplazar casi cualquier palabra por “jardín” en un poema sin que pierda su belleza. Por probar, sustituí la palabra “agua” en algunos versos de Agua de bordes lúbricos de la escritora mexicana Coral Bracho, uno de los poemas más hermosos que conozco y envidio:
Jardín vivo
su vientre sobre el testuz, volcado sol de bronce envolviendo
--jardín blenda, brotante. Jardín de medusas, jardín táctil
fundiéndose
en lo añil untuoso, en su panal reverberante.
Aunque se pierda el sentido preciso de cada imagen lo encuentro coherente: el jardín es eso que también es el agua.
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🎵 Aguja que suena
Hay algo de verano en estos días y cuando llueve casi siempre sale el arco iris también. Por eso, y con un estado de ánimo bonito, hice esta playlist. Disfruta.
Hoy no voy a detenerme en las bondades de la gatoterapia para todos los males, en especial los de salud mental. Esta vez, quiero hablarte de un artista que, en medio de su esquizofrenia, pintaba gatos realizando actividades que hacen los humanos: jugando cartas, leyendo el periódico, haciendo picnic en el jardín o, sencillamente, reflexionando sobre la vida, cosa que igual hacemos todo el tiempo. Se trataba de Louis Wain, del que incluso se hizo una peli muy buena con Benedict Cumberbatch.
Este artista nos hacía muy coloridos y como electrocutados. Se cuenta que esto lo hacía para animar a su esposa durante una enfermedad, situando a su gato Peter en distintas situaciones cotidianas. Los últimos años de su vida, cuando su esquizofrenia se hizo caótica, vivió pintando en un instituto mental, rodeado de jardines y de más gaticos.
Bueno, ya. Miau,
Rima 🐾
Me quedó resonando mucho esta frase: "Porque siempre es algo más que un cuerpo". Gracias por compartir esta carta!