#47: Lo que nadie dice sobre los regalos 🎁
Una carta para regalar mejor y un gabinete lleno de aguinaldos para vos.
De niña adoraba apagar las luces, excepto las del árbol y pesebre, y acostarme en el sofá a escuchar los cuentos de hadas que tenía en un disco LP. Recuerdo en especial el de las Doce princesas bailarinas, pues imaginaba que el bosque encantado a donde ellas iban a bailar después de medianoche era igual a mi sala: con pinos iluminados, con duendes en miniatura que las observaban en silencio mientras una música sin tiempo las envolvía. Para mí, en ese instante se abría un portal de magia.
Hoy atesoro esa memoria más que el momento de los regalos. Claro que me gustaban, y mucho. Tal vez por eso sufría con la espera para poder abrirlos y sufrí más cuando una vecina me reveló lo del Niño Dios.
Con los años, la Navidad empezó a perder sentido e incluso a volverse una época triste. Dejar de ser niña era, de algún modo, dejar de mirar el regalo y empezar a mirar a las personas. Y vi las ausencias, las tensiones, las incomunicaciones. Vi que a veces los aguinaldos eran formas de esconderles esas realidades a los niños. Que comprar algo era más fácil que solucionar las fracturas.
Un tiempo busqué alejarme, escapar. No quería ni podía arreglar nada. O sí… pero no lo sabía. Lo que no estaba en mis control necesitaba ser aceptado de un modo radical. Es decir, tenía que abrirme a la incomodidad de forma amorosa y no pretender que el ambiente fuera un bosque de cuento de hadas, ni que todo girara en torno a mí. Tenía que seguir viendo a los demás, a pesar de los obsequios en el medio, y simplemente ofrecerme a estar. Ya se sabe: regalo=presente. Estar presente.
Cuando aprendí a bordar empecé a llevar la labor a las novenas para compartir mi nueva tradición con las de los otros. Mis manos se movían y mi corazón se volvía más atento. Ya no estaba incómoda.
Ese baile de manos y corazón lo he ampliado de otras maneras. En vez de comprar regalos, Julián y yo hacemos cosas en casa: él prepara ‘limoncello’, yo bordo, juntos hacemos mermelada de cítricos. No sé si es lo que la gente espera, pero es la forma más honesta que tenemos de compartirnos, de hacer familia.
Ese proceso, más que el momento del dar y recibir, es ahora mi noche iluminada en el bosque: la música suena en el parlante, el aroma de la naranja nos eleva, Rima nos acompaña desde su butaca y nos cuenta/maúlla alguna cosa de vez en cuando. Mi árbol de Olivo se mueve en la panza, animado por el dulce que toca mi boca.
Hace unos días, impartí un taller de Quitapenas con unas mujeres increíbles. La idea es que con sus propias manos hicieran esas muñecas-amuleto para alguien cercano. Mientras ellas daban cada puntada, sus pensamientos se dirigían a una buena intención. El hilo conectaba directamente el hacer con el sentir. Una hizo la Quitapenas para su madre enferma, otra, para su hermano con depresión, otra, para sus hijas. Varias bordaron para ellas mismas.
Las personas quitapenas también necesitan su quitapenas. Regalarse a uno ese tipo de espacios felices es mejor que someterse al estrés del shopping, trancón y gasto de dinero. Así, uno puede dar(se) mejor.
Feliz y tranquila noche buena,
Jules.
👆Un café virtual no es exactamente un regalo hecho con las manos, pero es una forma real de apoyar lo que hago con las manos. Dale click al enlace y gracias navideñas :)
» Mis bordados en Casa Tomada
Estos días, y hasta el 24 de diciembre en la noche, varias de mis obras bordadas estarán en la librería Casa Tomada, por si quieren pasar, ver y, ojalá, comprar para algún regalito. Eso, además de mis libros, claro ;)
» Me despido de la columna…
La semana pasada salió publicada la última columna que escribo para El Espectador. ¡Fueron 10 años hablando de libros y autores! Lean acá la despedida y no se preocupen, que parte de mi idea es que encuentren en este Newsletter lo que más me inspira como, claro, mis encuentros literarios.
»Esta quincena en redes
Esta quincena les compartí por Instagram: el poema bordado La Caracola, la colaboración de palabra e hilo con Adolfo Córdova Tejo, tejo, tejedora, y la historia convertida en textil Los hilos perdidos que me contaba mi madre de niña.
María, desde Galicia, necesita un poema porque “Estoy un tanto dispersa, adaptándome a cambios en mi vida”. Pienso que el mejor consejo es hacer lo mínimo posible, imaginar, por ejemplo, cómo el musgo recubre el cuerpo, la casa, los cambios, todo. Va un poema del libro Especies migratorias, de Carolina Gaviria.
Si te apetece que te recomiende algún poema a la medida, solo escríbeme.
Deseo, Carolina Gaviria
Que el musgo
y los líquenes
me recubran
en la humedad
de la tierra
hecha de mar y mangle,
con ermitaños, hormigas conga,
y los hilos
de hongos
subterráneos
que mantienen
a los árboles
en pie.
Un cuento de Navidad: Hace unos años la Editorial Tragaluz me pidió que escribiera un cuento de Navidad para un libro conmemorativo de Galletas Noel. Se me ocurrió hacer algo especial con esas cajas de galletas que muchas veces son los costureros de las abuelas, y las noche de historias en medio del apagón nacional que hubo en Colombia en los 90. Léanlo aquí y más abajo les dejo el audio por si quieren escucharlo de mi voz ;)
Postales de regalo: Este fin de año mis manos han estado productivas y tejí un reno al que llamé Reinaldo. Luego le hice una sesión de fotos y resultaron unas postales bien lindas para que ustedes impriman y usen como tarjetas de regalo. Descárgenlas aquí.
Una puntada fuera de tiempo: la artista francesa Anaïs Beaulieu hizo un libro exquisito en el que bordó plantas sobre bolsas de plástico para hacerle justicia poética a esos paisajes, donde las basura cuelga de las ramas secas. Es la contraposición entre la lentitud del bordado y la rapidez con que desechamos las cosas. Es un libro que no es fácil de conseguir, pero gracias a mi amiga Vicky pude tomarle varias fotos y traerles a ustedes una muestra de esta belleza.
Tejido solidario: Hace unos meses, por iniciativa de la Fundación Oropéndola, se creó un personaje llamado Paco, un chigüiro “pa’ compañar” a niños/as con cáncer durante su tratamiento. Así hicieron un cuento y un patrón en crochet (también con video) que pueden descargar gratuitamente quienes quieran sumarse a esta historia.
Un año en libros: Si quieren chismosear cómo estuvo mi 2023 en libros, les dejo aquí el reto que hice en Goodreads, que me gusta mucho porque me permite organizar la información de lo que leo y quiero leer. De esta lista, voy a recomendar tres que me resultaron lecturas especialmente refrescantes:
-Niñapájaroglaciar, Mariana Matija
-Doce encuentros y una despedida, Sorayda Peguero Isaac
-Umbilical, Andrés Newman
Tuve un gran susto cuando escuché que mis humanos habían comido “cabeza de gato”. De haber sido literal, hubiese escapado a la menor oportunidad. Por fortuna, solo se trataba de una receta de la costa colombiana a la que algún lunático le puso ese nombre.
Receta “Cabeza de gato”
-Asar o cocinar plátanos verdes en agua con sal y quitarles la cáscara.
-Machacarlos calientes y agregar: guiso (de cebolla, ajo y tomate), chicharrones triturados (opcional), mantequilla si hace falta para suavizar la masa, sal y pimienta al gusto.
-Armar bolas. Es necesario que queden con turupes y parezcan cabezas de gato.
-Servir con queso costeño (fresco, salado) y/ o suero costeño.
No les deseo Feliz Navidad porque no me gusta la Navidad.
Miau,
Rima 🐾
Juli gracias por este regalo de letras, empecé a desenrollar los hilos arrumados por este (tengo varios pendientes 🙈). Siempre es un placer leerte y aprender palabras nuevas: “oropéndola”… me encantó lo que significa y como suena. ❤️ Un abrazo gigante
Qué hermosura esta carta!