#48: Un año sin grandes propósitos🏮
Sobre una colcha de retazos, propósitos mínimos y recomendados inspiradores.
En mi casa había un manto que mi madre había confeccionado con mi hermana. El diseño consistía en unas figuras geométricas que conformaban una escalera que desde un ángulo parecía tener relieve y, desde otro, profundidad. Era una ilusión óptica atrayente, desconcertante.
A partir del diseño de mi hermana, mi madre recortó retazos de tela de distintos colores en rombos, cuadrados y círculos. Los cosió hasta la madrugada, pues no le gustaba irse a dormir teniendo costura pendiente. Bajo la máquina de coser yo me sentía en una casa de mi tamaño con una única ventana desde donde iba cayendo el manto nocturno mientras que el rumor de la máquina me adormecía. No me daba cuenta de que “sus puntadas eran mensajes de gigantes escritos a través del cielo”, como recuerda la protagonista de la película Cómo hacer una colcha americana.
Empecé a dormir con mi hermana solo por acobijarme con su obra. Cuando ella se iba a estudiar, yo me sumergía como si fuera un océano de tela y en la oscuridad de las sábanas podía imaginar que llegaba al centro de la Tierra.
El cuadro Bordando el manto terrestre, de Remedios Varo, es el segundo de un tríptico, o el nudo de la historia que ella quería contar. Seis mujeres en uniforme bordan un lienzo que se escurre de la torre en la que están. Es de noche y ellas no paran de trabajar, al igual que mi madre. Las seis jóvenes son la misma, un solo cuerpo que se desdobla para poder con tanto trabajo, pero una de ellas no mira al lienzo. Es quizá, la artista misma. Ha perdido la concentración, no sigue la norma. Está bordando una barca de pelos (¿sus propios pelos?) en la que se escapará con su amado en el siguiente cuadro: La huida.
No se debe bordar de noche -como estas mujeres, como mi madre- porque la noche hay que dejarla para arroparse con las colchas de retazos y soñar. La obra es un sueño y sus hilos de plata se van entretejiendo hasta que ya no se distingue qué es bordado y qué es mundo. Dice la artista textil mexicana Gimena Romero que el material de la bordadora no es la aguja ni el hilo, sino el aire, el tiempo, la luz.
Se borda y se cose el manto terrestre para contar. Para que el hilo deje de ser un carrete -o el tiempo contenido en un cristal- y se vuelva tangible. Se borda para que la memoria sea cuerpo.
El manto de mi madre y mi hermana terminó por romperse con el mismo tiempo del que estaba hecho. Existir es estar sumando retazos de experiencias y, a la vez, ver sus hilachas desprenderse sin remedio. El mundo y el cuerpo tienen un final material, pero el hilo de la memoria les sobrevive.
Pienso en el comienzo de este año como la primera puntada del primer retazo de una gran colcha que no tiene que terminarse el 31 de diciembre. No hay que forzarlo, como sintiéndonos con una tarea pendiente que hay que terminar antes de la madrugada. Día a día damos esa puntada, incluso cuando creemos que nada hemos hecho. Es mi forma favorita de cumplir objetivos: haciéndolos pequeños, apenas retazos coloridos.
Aquí, abrigada,
Jules.
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Debe ser difícil que el último mes todo “debe” ser alegría, nuevos propósitos, metas cumplidas… y no siempre es así, obvio. Así que para todos quienes están atravesando un mal rato, va este poema.
Si te apetece que te recomiende algún poema a la medida, solo escríbeme.
Te recordaré tu alegría, Lyndsay Rush
Del lado más suave de la memoria
El amor inmensurable que definió la pérdida
Los pequeños placeres aún esperando saludarte
Enfriaré tu rostro con esperanza y
llevaré tu pena mientras duermes y
colgaré un estandarte en tu puerta que diga
la risa no es una traición
Sé que no hay un lado luminoso en este dolor
Pero
Déjame abrir un poco la cortina para ti-
Juro que casi puedo ver un resquicio en las nubes.
Daruma: se trata del amuleto japonés de la motivación para alcanzar un propósito. Consiste en pintarle uno de los ojos al daruma y solo pintar el otro cuando se haya alcanzado el objetivo. Lo que más me gusta de la idea es que el propósito tiene una meta clara y el amuleto, más que mágico, es un recordatorio. Entonces en vez de “este año quiero escribir más”, puede ser “este año escribiré el borrador de mi novela”. Es algo concreto, medible, tangible. Les muestro el que bordé para mí:
El vestido rojo: este proyecto increíble reúne en un solo vestido el trabajo de 380 bordadoras/es de 51 países durante 14 años para que a través de este arte contaran sus historias personales, muy complejas en varios casos, y sus tradiciones. Gracias Margarita por hablarme de él.
Artot: una de mis hermanas me envió esta genialidad porque sabe que me fascinan el arte y los oráculos. Este tarot virtual combina con belleza ambos mundos.
Uno de los mejores objetivos de este año puede ser mirar más las nubes. Este puede ser un ejercicio bastante literario e incluso de reflexión acerca de la impermanencia, como nos demostró con gran belleza el escritor Julio Paredes. De hecho, el primer libro que leo este año es su antología de cuentos póstuma Estamos al borde de un abismo. Esto escribe su hija Carmen en el prólogo:
Pero mientras una nube deja de existir para ser vista, hay otra que aparece y se inventa una forma distinta de mostrarse desde arriba. Mientras una muere, otra nace en su lugar. O quizás es ella misma, jugando a nacer de nuevo en otro cuerpo.
Dos aplicaciones gratuitas (en inglés): Recomiendo para ese propósito pequeñito Medito, un app de meditación con diferentes programas según la búsqueda de cada quien (retos de un mes, respiración, dormir, caminar, etc.). También está Diarly, para escribir a diario y también ponerse pequeñas metas tipo ‘journal’.
Familia: esta película, dirigida por Rodrigo García, está montada en tensiones familiares, gestos sutiles, paisajes hermosos y un excelente guión. Está disponible en Netflix.
Escribe Nicole Krauss en La Historia del amor, al referirse a “La Edad de Hilo”:
Hubo un tiempo en que era normal ensartar las palabras en un hilo para guiarlas y evitar que se extraviaran por el camino hacia su destino (…). La distancia física entre dos personas que estuvieran usando el hilo no tenía por qué ser larga; a veces, cuanto más corta la distancia más necesario era el hilo.
Los gatos, entre otros animales, también hablamos. No con palabras, sino con métodos más efectivos: miradas, ruiditos, ronroneos y maullidos específicos… Mejor, les dejo unos fragmentos de un poema que lo explica bien.
Un poco de lenguaje, Robert Duncan
Sé un poco de lenguaje de mi gato, aunque Dante dice
que los animales no necesitan hablar y la naturaleza
aborrece lo superfluo. Mi gato es fluido Él
conversa cuando quiere conmigo. (…)
Está en su comunicación animal. El hombre es
verdadero, inmediato, y
en la inmediatez, el hombre es todo animal.
Sus sentidos se aceleran en medio de la sinfonía.
viejos circuitos de éxtasis y alarmas de animales,
atenciones y excitaciones en las que remite una identidad.
(…)Se despierta del sueño más profundo
con una señal distante y espera
como agachado, cobra
vida.
Miaow,
Rima 🐾