🐔Perder el hilo #17: El dilema de la madre
Con los ojos entrecerrados, te saludo,
Hay una frase que dice así: "mi mamá me mima, mi mamá me ama... Me mamé de mi mamá". Y podría tener algo de cierto. El dilema de la madre es que es el amor más grande y, otras veces, el más asfixiante (recuerda que también escribí sobre). Pero veámoslo con un poco más de literatura, ¿te parece?
Mi mamá me ama
En la mitología griega hay muchas madres. Madres que matan a sus hijos (Medea), madres que no dejan que los maten (Rea) y madres que descenderían al Infierno por ellos, como el caso de Démeter. Ella es la que hace que las semillas estallen, que los frutos maduren. La que nutre. Ella es la madre de la bella e ingenua Perséfone.
Perséfone está por ahí canturreando y recogiendo flores. Una en particular le llama la atención. Al intentar arrancarla, la joven cae en la trampa de Hades, el dios del inframundo, quien previamente ha hecho un trato con Zeus, el padre de Perséfone, para que la chica sea su esposa. Démeter la llora, la busca y hasta cría a otro niño en el camino (Demofón), a quien pone en el fuego para hacerlo inmortal. Las plantas y los frutos se secan, los hombres mueren de hambre y Zeus, entonces, se preocupa. Démeter no volverá a dar vida a la tierra hasta que no recupere a su hija.
Lo hace, pero parcialmente. Perséfone cae en otra trampa de Hades y come semillas de granada del inframundo, por lo que debe regresar cada tanto a visitarlo. De ahí que haya estaciones. Cuando Démeter está contenta, al lado de su hija, los árboles reverdecen y vuelven las cosechas. Y, cuando Perséfone se va, Démeter en su tristeza deja que todo se seque y se cubra de polvo y nieve.
Vemos aquí la madre que parece haber nacido para ser madre. Es esta su vocación, su finalidad. Por lo mismo, puede ser su fin. Es la madre que desea que sus hijos vivan para siempre, así sea poniéndolos entre las brasas, es la que solo encuentra felicidad en la felicidad de ellos. Pero hay algo que quizá muchas de ellas no sepan: ser el único responsable de la felicidad de la madre es una de las cargas más pesadas que podemos tener.
Mi mamá me mima
En este grupo entrarían la que miman tanto a sus hijos que terminan por arruinarlos. Los vuelven seres incapaces de salir al mundo, de crecer y ser independientes. Se me viene a la mente Doña Irene Reilly, la madre de Ignatius, en "La conjura de los necios", de J.K. Toole. Lo nutre, le da techo, lo regaña como a un niño pese a que ya es un hombre. Solo quiere lo mejor para él, pero a cambio solo recibe gritos y malos tratos. Él aborrece que ella salga a los bolos, que se ponga labial. Es a la vez posesivo y dependiente. Ella lo manipula, lo trata de inútil y, de cierta manera, busca la forma para que no la abandone nunca. Parecen más un viejo y tóxico matrimonio que una madre y su hijo.
"Si yo fuera negro, no sería presionado por mi madre para encontrar un buen trabajo, porque no habría buenos trabajos disponibles. Mi madre misma, una vieja negra, estaría también muy rota por años de trabajo sin pagar como empleada de servicio como para ir a los bolos en la noche. Ella y yo podríamos vivir más placenteramente en alguna choza mohosa en los barrios bajos en un estado de paz sin ambiciones, dándonos cuenta satisfechos de que no éramos deseados, que esforzarnos no tendría sentido”. J.K. Toole
Se dice que la relación entre el escritor Toole y su madre era similar a la de los personajes del libro. Al final, fue ella quien llevó directamente el manuscrito de su hijo a una editorial e insistió para que fuese publicada; cosa que el mismo Toole no pudo hacer en vida.
Me mamé de mi mamá
Un día, la madre decide que su hija sea para siempre una niña: "Basta de crecer, angelito de mamá", dice la mujer en "Mi mamá me ama", de Liliana Bodoc. Ella pinta los vidrios de negro para que la hija no sueñe con el vuelo, ni con el joven de la ventana del frente. Cubre los espejos para que la señorita en que se está convirtiendo no la aconseje mal. "Ojalá pudiera llevarte en el bolsillo de mi ropa", susurra la madre. Pero "cuando el miedo es tanto, suele ser tonto", y la madre no se da cuenta de que su hija se ha vuelto sombra.
Una hija con una madre así buscará siempre escapar, así sea desapareciendo.
Yo mimo a mi mamá
Cuando tantas vidas, y amor, y peleas han pasado, tal vez llegue el momento en que nos volvamos las madres de nuestra madre.
En la novela "El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes", de Tatiana Ţîbuleac, el joven protagonista dice odiar a su madre y solo valorar en ella la belleza de sus ojos verdes. La odia, en realidad, porque la ha amado. La ha amado y ella no ha estado allí. La ha amado, pero ahora ella entra a su cuarto sin tocar la puerta y le pide que se quede ahora, cuando se les ha acabado el tiempo.
"Los ojos de mi madre eran historias no contadas".
"Los ojos de mi madre eran brotes a la espera"
En esos momentos, cuando vida se revela corta y hermosa, es cuando vemos más de cerca. O más lentamente. "El paraíso -para mí al menos- significaría vivir una y otra vez aquellos pocos días como si fuera la primera vez", comenta el protagonista. "Rebobinar ese verano como una cinta y volver al día en que vino -gorda y bajita- a recogerme en la escuela por su cumpleaños. Desodiarla y decirle que tenía unos ojos preciosos antes de que ella me lo preguntara".
Desodiar a la madre. Desodiarla aunque nunca se le haya odiado. Esto es: contemplarla, en el sentido de observar y en el sentido de cuidar. Cuidarla, cuidándose. Dice el narrador: "Mi madre fue la primer mujer desnuda que tuve entre mis brazos" y "nunca habría pensado que llegaría a dar de comer a mi madre con una cucharita o a hacer otras cosas que había empezado a hacer esos días. Tal vez si hubiéramos nacido al revés -yo la madre y ella el hijo- todo habría salido mejor".
Desodiarla o, mejor, volverla a amar como cuando niños. Es haber escuchado su historias una y otra vez. O escucharlas, al fin, sin juzgar. Recibir un cumplido como "te he querido, Aleksy, te he querido como he podido". Decirle lo de los ojos preciosos, o cualquier otra verdad, como por ejemplo "te he querido, madre, te he querido como he podido".
Y cuando no quede más por decir, apreciar el silencio sabiendo que sigue ahí. O que estuvo ahí.
Aquí,
Jules
-Seguirme el hilo-
Te presento el cuento que lo cambió todo
Hace varios años, yo no me creía mucho el cuento de ser una escritora. Y, sin embargo, escribía y mandaba mis escritos a concursos como mandando mensajes en una botella. No pienso que haya que ganarse concursos para uno creerse cuentos así, pero no niego que haber ganado en 2012 un premio con este relato lo cambió todo. En ese momento me dije que me tomaría más en serio el ejercicio de la escritura, que algo tenía adentro y yo lo iba a descubrir haciendo lo único que me podía mantener despierta a cualquier hora: inventar historias.
Aquí, con ustedes, el cuento que lo cambió todo: "Aquí no hay nadie que quiera ser enterrado". Un cuento que, además, está basado en una de las historias que mami me contaba de niña. Me dijo una vez, con toda certeza, que supo de una mujer que embalsamó a su marido y lo puso en la sala. Escalofriante. Realismo mágico.
Otra cosita...
>>>Lee aquí mi más reciente columna En El Espectador, una carta que le escribí a mi yo de hace 15 años. Agregaría otras cositas, pero no me quería poner muy personal jiji ;)
"Te lo digo ahora: escribirás novelas muertas y poemas que aún hoy en día no han salido de tu archivo. Escribirás cinco versiones del mismo manuscrito, no sabrás a dónde ir, no tendrás una estructura, ni mucho menos un plan. No escribirás ocho horas al día, como dicen los verdaderos escritores que hay que hacer. Pero tampoco esperarás a que llegue la musa, no esperarás riqueza, no esperarás más felicidad que la de escribir en tu soledad al ritmo del tecleo. Oh, pero la musa llegará cada vez que estés sentada, cada día, cada noche, frente a la pantalla".
-Gaveta de recomendados-
La trama
Deberían escribirse muchas, muchas historias relacionadas con quienes llevan los libros a las regiones más recónditas, pues son muchas, muchas personas que lo hacen de manera casi invisible. "La joven maestra y la gran serpiente" es uno de esos cuentos que apuestan por el arte de leer y de enseñar. Y un detalle adicional que me encantó: ¡en este cuento las mujeres narran sus historias bordándolas en libros de tela! Puedes conseguir el libro aquí o puedes escucharlo aquí. Autora: Irene Vasco. Ilustra: Juan Palomino.
El carrete
Alejandra Pizarnik es de esas poetas-narradoras que me cambiaron la forma de ver la vida y la escritura. Así que lo primero que recomiendo es leerla, pero como esta es la sección de carretes para ver, entonces te insisto en que no te pierdas este documental que le hicieron (si eres mi estudiante, este documental es obligatorio) y que liberaron a propósito de los 50 años de su fallecimiento.
Telar de jardines
Qué fantástico que es mirar de cerca a una planta y preguntarle por su historia, por su importancia en nuestra vida cotidiana... Así fuera la única y gran importancia de ser hermosa. En la gaveta de hoy, quise incluir la planta gracias a la cual podemos bordar, vestirnos o pintar sobre lienzo: el lino. Aquí, la bióloga y escritora Aina S Erice nos cuenta más.
Dedal de yogui
En esta nueva entrega de la serie de cuentos con yoga para la infancia "Dinoyogui", veremos la secuencia o el camino del Dinoyogui, algo así como un saludo al sol, pero a mi estilo ;) Disfrútala aquí.
Puntada creativa
Las primeras historias son los relatos orales. Esos arrullos, por lo general de las madres y de las abuelas, acompañados de suaves caricias en las mejillas para marcar el camino de una sonrisa. Diríamos entonces que esas primeras historias también son táctiles.
Por eso, encuentro que el bordado es una técnica muy afortunada para las historias y, en este caso, las de la primera infancia que tan sutilmente hizo la artista Chloe Giordano. Aquí te comparto varias imágenes de su trabajo.
Aguja que suena
Cine aparte, de Fernanda Solórzano, es, de lejos, mi columna/podcast favorita sobre cine. No se trata de una mera reseña. Es un análisis fresco, que te deja pensando y, lo más importante, que te antoja de ver la película o documental sin spoilers. Escúchala aquí. Y si lo que quieres es escuchar música de cine, te dejo por aquí esta playlist hermosa.
El ovillo
Encontré esta increíble Lista de libros para leerle a tu gato, que además hizo Adolfo Córdova, un gran escritor de Literatura Infantil y Juvenil. Seguro es apenas una excusa para quienes amamos a los gatos, o amamos leer. Y no importa. Así le leamos o no al gatirri, estos libros están como para cantar ¡Miau!
La labor
Cuando comencé con Perder el hilo, imaginaba aquí un recomendado no para consumir, sino para hacer, para crear. Hoy quiero recomendarte un café lindo y una idea para ir a ese café a crear algo. El café de esta semana es Tropicalia, un lugar luminoso y con un café delicioso. Sus creadores arrancaron hace varios años con Bourbon, que luego se convirtió en Colo (que luego vendieron) y ahora son Tropicalia. El ejercicio que planteo es el de la escritura automática, que hace tantos años propusieron los surrealistas. No es otra cosa que dejarse llevar por el flujo de la conciencia ;)
-Botica poética-
Poemas para volver a la madre
Esta, sobre todo, es una excusa para que conozcas a Kaneko Misuzu, una poeta japonesa que se dedicó a plasmar en sus letras las cosas pequeñitas que la rodeaban. Como los pájaros y las flores, como su propia madre. Si quieres saber más de ella mira esta columna que escribí.
(Si te apetece que te recomiende algún poema para tus dolencias, solo escríbeme)
Corazón, Kaneko Misuzu
Mi madre es adulta
y es grande,
pero su corazón
es pequeño.
Porque ella dice,
que está lleno de mí.
Yo soy niña
y soy pequeña,
pero mi corazón pequeño
es grande.
Porque en él
está mi madre, que es grande,
y todavía caben otras cosas.
Si yo fuera una flor, KM
Si yo fuera una flor,
sería una buena niña.
Sin caminar ni hablar
¿qué travesura podría hacer?
Pero si alguien dijera,
"¡Odio a esa flor!"
tras enojarme, me marchitaría.
Si yo fuera una flor, después de todo
no podría ser una buena niña,
como tampoco nunca podré ser una flor.
La ropa de la cigarra, KM
Mamá,
encontré la ropa de la cigarra
bajo la sombra del árbol del patio de atrás.
Ella tendrá calor
y se la quitó.
Pero luego de quitársela se olvidó
y se fue volando.
Cuando llegue la noche,
tendrá frío.
¿Dónde crees que podríamos entregarle
su ropa?
-Nudo final-
Un saludo a todas las mamás que nos hicieron los disfraces del colegio.