🍄Perder el hilo # 19: La dicha en la soledad
Desde niña odié la soledad. Para mí, soledad era igual a tristeza, abandono, aburrimiento, hambre. Por eso, durante muchos años, incluso después de niña, intenté llenarla con lo que sentía que iba a remediar eso, aunque fuera temporalmente. Aunque me hiciera daño. Pero la soledad perduraba. La veía como una imposición, no como una decisión. Si era alguien más quien quería estar a solas, a solas sin mí, yo no lo entendía. Era, de nuevo, un abandono, un egoísmo. Me costó entender que no quería estar sola porque no me sentía capaz de pasármela bien conmigo misma. Era un auto-abandono.
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"La forma más habitual que adquiere el deseo de soledad es la búsqueda de intimidad (...). La naturaleza es correlativa de la intimidad. Cuando toma la forma de una aventura, la soledad voluntaria nos lleva hacia lugares donde se tiene la sensación de formar parte de un todo. La búsqueda de intimidad tiene su origen en una tradición espiritual, la del diálogo interior del pensamiento. Para muchos filósofos antiguos y místicos, la conversación del alma es una prueba de autosuficiencia".
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Duré tantos años con ese miedo, que cuando empecé a disfrutar de estar a solas no pude evitar sentirme culpable. La culpa es un sentimiento que busca reemplazar la responsabilidad. A veces se trata de responsabilizarse de los actos propios, de gestionar las emociones. Otras veces, se trata de aceptar que son los demás quienes tienen que asumir esa responsabilidad y que tengo que hacerme a un lado. No intentar hacerme cargo del mundo, como un Atlas. Visto así, sentir culpa es más fácil. Pero crece y duele, duele mucho.
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"Después del tremendo esfuerzo que pones en tu obra, la soledad, incluso la prolongada, solo puede ser de gran beneficio. Tu trabajo será más personal. Naciste sola. Mueres sola. El valor del espacio en medio es la confianza y el amor. Por eso es que geométricamente hablando todo es un círculo. Todo viene a ti de los demás. Tienes que ser capaz de alcanzarlos".
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Qué bien empezó a sentirse la soledad cuando la llamé yo misma. Qué necesario era aburrirme y quedarme por un rato sin hacer nada hasta que, de repente, una idea creadora me atravesara. Qué importante conocerme mejor y ser más gentil con eso tan complejo que soy. Cuánta falta me hacía sentir la tristeza y darle el espacio que necesitara. Aprecié el viento en la cara montando bici a mi ritmo, las ventanas de cerca cuando caminé a casa, la magia del músico en la estación de metro cuando decidí quedarme escuchándolo como si fuera una serenata para mí sola. Y los otoños y las primaveras, aún en este país sin estaciones. Para mí, sola.
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"No creo que la cura para la soledad es conocer a alguien, no necesariamente. Creo que se trata de dos cosas: aprender como amigarte contigo mismo y entender que muchas de las cosas que parecen afligirnos como individuos son de hecho un resultado de fuerzas más grandes de estigma y exclusión, las cuales podemos y deberíamos resistir. La soledad es personal, y también es política. La soledad es colectiva (...). Estamos en esto juntos, esta acumulación de cicatrices, este mundo de objetos, este cielo físico y temporal (...). Lo que importa es la generosidad; lo que importa es la solidaridad".
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Soledad no es lo mismo que aislamiento. Tampoco lo mismo que desolación. Algo así decía Hannah Arendt.
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"Niño lobo". Abecedario a mano, de Isol.
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Cómo me gustan las cabañas, los lagos solitarios, los senderos sin gente. Pero no necesito de tanto. Ahora busco la soledad en un cuarto aparte de esta casa. O incluso soy capaz de estar a solas con alguien al lado. Lo importante es saber que es mi espacio y mi tiempo. Allí saco el hilo y la aguja y bordo sin estar pendiente del reloj, murmuro alguna canción, pienso en la puntada o en el ahora, pero también me voy lejos, a ese futuro que espero, a esa novela que aún está a medias. O abro un libro para escuchar otras voces, habitar otras casas, entender otras soledades.
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"¿Qué sería una soledad que no tuviera su grandeza? Solo hay una soledad. Es grande y difícil de soportar. Y casi a todos nos llegan horas en que de buen grado la cambiaríamos a cambio de compañía. Por muy trivial y mezquina que fuere. Hasta por la mera ilusión de una ínfima coincidencia con cualquier otro ser. Con el primero que se presente, aunque resulte tal vez el menos digno. Mas acaso sean éstas, precisamente, las horas en que la soledad crece, pues su desarrollo es doloroso como el crecimiento de los niños y triste como el comienzo de la primavera. Ello, sin embargo, no debe desconcertarle, pues lo único que por cierto hace falta es esto: Soledad, grande, íntima soledad. Adentrarse en sí mismo, y, durante horas y horas, no encontrar a nadie…"
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Y todo para llegar a que nunca se está solo. Alguien me piensa y yo pienso a alguien. El mundo me sostiene. El parque, la montaña, la ciudad están llenos de criaturas que no necesitan saber de mi existencia para hacer parte de mí. Yo las veo y las escucho. Sé que algunas de ellas han pasado por lo mismo que yo. Las dejo que me acompañen a su manera y que luego se vayan. Olas, oleadas de vida.
Yo sigo aquí. Sola y no tan sola,
Jules
>>>Lee aquí mi más reciente columna En El Espectador, un paseo por las librerías de barrio que podemos encontrar en Teusaquillo, Bogotá. Pero sobre todo, es una invitación a salir a caminar con los ojos bien abiertos:
"Darse un paseo por el barrio, con la mirada dispuesta a encontrar algo nuevo en lo conocido, es también un ejercicio literario. Así lo entendió Henry David Thoreau, quien escribió Caminar, una serie de reflexiones sobre un acto tan primario que nos puede llevar a descubrir la esencia de lo salvaje. O William Hazlitt y Robert Louis Stevenson con su título también llamado Caminar, que vincula la movilidad sobre dos piernas como un entretenimiento distinguido, casi burgués, pero que no cuesta nada".
-Gaveta de recomendados-
La trama
A veces una fotografía o el propio recuerdo no son suficientes para aprehender un lugar. Para sentir que de verdad lo vivimos y podemos volver a él siempre. Por eso hace falta escribirlo, dibujarlo, bordarlo. Es decir, pasarlo por nuestro corazón, por nuestras manos, y materializarlo. Siento que eso hizo Lizeth León Borja (o Cucharita de palo) con Fachadas Bogotanas, un libro donde reúne esos días de sentarse muchas horas a pintar en miniatura la fachada típica de un barrio de Bogotá y a escribir eso que la conectaba al lugar. También puedes ver Días de inercia, que ya lo había recomendado en
El carrete
Una mujer se rompe, digamos. Así que se aisla, se busca, se pierde en medio de la Naturaleza, con lo grande que puede ser esa palabra. El dolor sigue ahí, pero al menos deja de ser insoportable. Se basta. Se levanta. Y un nuevo verano está por venir. Land, o Un lugar salvaje, es la peli que recomiendo para este número :)
Aguja que suena
>>La vida de muchos escritores es turbulenta. No me gusta pensar que será así para todos quienes nos dedicamos al oficio. Mientras intento que no, igual disfruto con escuchar qué los hizo tan humanos, fracturados, genios. Este podcast logra contar esas vidas sin dejar de lado lo más importante: sus obras.
>>Si llegaste aquí buscando algo de música, te recomiendo esta playlist que hice de covers curiosos y bellos.
Dedal de yogui
En esta última entrega de Dinoyogui, una serie de cuentos con yoga para la infancia, abordamos la postura del "muerto" que viene a hablarnos de la quietud, el renacer y el silencio. Espero que hayan disfrutado de estas historias. Pueden volver a ellos siempre en este link.
Puntada creativa
Me encanta compartirles aquí un trabajo precioso que hizo Diana Murcia de investigación y artesanía. Se trata de una pieza bordada y tejida que busca dar a conocer un mapa de artesanos de tejedurías y textiles de la región cundiboyacense. ¡Vayan a la exposición mientras puedan! La experiencia de ver el arte manual en vivo no se compara con las fotos.
Dechado de imágenes
"Lo que Hopper captura es bello y al mismo tiempo atemorizante. No son sentimentales, sus pinturas, pero hay una atención extraordinaria a ellas... Como si la soledad fuera algo que valiera la pena mirar. Más que eso, como si mirarla en sí mismo fuera un antídoto, una forma de derrotar la extrañeza de la soledad, un hechizo extraño", Olivia Laing sobre la obra de Edward Hopper.
El ovillo
Los gatos se parecen a los haikús: poemas que pasan rápido, pero te dejan meditando. Los gatos, como los haikús, se asoman a la ventana, miran los cambios de estaciones o del clima, y seguro tienen ronroneos propios para la primera gota de lluvia y para el relámpago que se ve a lo lejos. Por eso es tan lindo encontrar haikús dedicados a ellos como "La gata con las vibrisas / calculando/ dónde cae el agua (Elena Sánchez)" o "Gato sin dueño/ se durmió en un tejado:/ lluvia vernal" (Tan Taigi). Acá les dejo recomendado un libro lleno de estas bellezas.
-Botica poética-
Poemas para (no) volver a casa
Mi amiga L me comentó en el consultorio de la Botica poética que quería irse del país porque sentía que aquí no avanzaba su vida. Que ese sentimiento de abandonar la patria la tenía mal y que necesitaba un poema. Entonces, llegó Kavafis.
(Si te apetece que te recomiende algún poema para tus dolencias, solo escríbeme)
La Ciudad, Konstantino Kavafis
Dijiste:
“Iré a otro país, veré otras playas;
buscaré una ciudad mejor que ésta,
donde todos mis esfuerzos son fracasos
y mi corazón, como muerto, está enterrado.
¿Por cuánto tiempo más estaré contemplando estos despojos?
Adonde vuelvo la mirada,
veo sólo las negras ruinas de mi vida,
aquí, donde tantos años pasé, destruí, perdí”.
No encontrarás otro país ni otras playas,
a donde vayas la ciudad te seguirá;
en las mismas calles vagarás,
en los mismos barrios envejecerás,
y en las mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad;
no esperes otra,
no hay barco ni camino para ti;
al arruinar tu vida en esta parte de la tierra,
la has destrozado en todo el universo.
Camino a Ítaca, Konstantino Kavafis
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
-Nudo final-
Es hora de... Naked weekend!