#33: Del silencio como lengua 🎧
El silencio es nuestro lenguaje en común para hacer memoria y encontrar las palabras. ¿Quieres entrar? Ven despacio.
La tarde está a punto,
Se derrama sobre los tejados y la montaña con ese particular tono de melocotón maduro. ¿Es este un hermoso silencio? Está tranquilo, sí, pero si me fijo bien, la ciudad gruñe. Es un animal que nos pide distancia desde su caverna.
Nunca hay un silencio verdadero. Por los oídos vuela un mosquito imaginario y los pensamientos tienen su propio ruido. Por eso le huimos. Buscamos distraernos con información, scroll, scroll, imagen, sonido, voz, más pensamiento.
Quizá no hay un silencio literal, pero sí un espacio entre las cosas, entre los verbos, el hacer. Silencio puede ser lentitud o un detenerse, como en la poesía. La poesía tiene ritmo y, para que lo tenga, necesita de sus pausas, de la espera, de los versos que terminan como en un abismo que nos deja sin aire para luego encontrarnos de nuevo a la siguiente línea más aliviados que si no hubiera habido ese silencio de caída.
El artista español Jaume Plensa, en una exhibición llamada Poesía del silencio, comenta: “el silencio es un deseo, un sueño, una aspiración, algo tan desconocido e inaccesible que tan solo podemos imaginarlo”. Eso, como el silencio no existe, hay que imaginarlo. Incluso si es para escuchar mejor el ruido externo y entender mejor qué está diciendo.
En la exposición hay esculturas de formas humanas y no humanas conformadas por palabras en distintos idiomas. En una de ellas Plensa pregunta: “¿qué idioma vas a escoger para estar en silencio?”.
La poeta Victoria Chang lo dice de esta manera en su libro Dear Memory: Letters on Writing, Silence and Grief (Querida memoria: cartas sobre la escritura, el silencio y el duelo): “el único lenguaje que tuvimos por completo en común era el silencio”. Se refiere a que en su casa sus abuelos hablaban mandarín, otros, inglés. No se entendían todo el tiempo, pero seguro se escuchaban mejor al callar, al mirarse: “tal vez lo no dicho puede llevar a la más amplia imaginación. Tal vez es el texto más abierto. La forma más fuerte de hablar que tenemos”.
En este libro, Chang busca hacer memoria a través de las memorias de los demás, de fotos, de cartas. Hace memoria para hacer su duelo ante la pérdida de la madre, del padre: “tratar de conocer las memorias de alguien más, incluso si es a través de la imaginación y dentro del silencio, es también una forma de duelo”.
Aunque la memoria no es fiable, el silencio que le produce el recuerdo parece ser algo verdadero. Y es esto lo que busca componer con las palabras: “escribir no es una elección, sino un acto de paciencia. Un acto de escuchar al silencio, en silencio”. Esa escritura de la memoria es algo que me interesa para entender esos gritos y esas pausas que me habitan: “tal vez heredamos generaciones de vergüenza. De trauma. De silencio. Incluso de dicha”.
Escribo para encontrar el silencio y, desde ahí, tener mejor memoria. Igual sucede con el bordado: hay que prestar especial atención para no saturar, para dejarlo respirar. Necesita del aire para vivir.
Asegura Gimena Romero en su libro Bordado pictórico: los cinco elementos de la técnica, que “se necesita aire para dar una intención, para que se aprecie lo bordado”. Habla de dejar áreas abiertas, libres de hilo, para que completemos con nuestra imaginación el dibujo. Me gusta eso. Así, los vacíos de la memoria, el hueco de los duelos, pueden llenarse de alguna forma con el hilo de nuestras palabras.
Romero asegura que lo más complicado del bordado y de la vida “es saber cuándo parar para guardar aire en el relleno y hacer separaciones por silencio”. Así que mejor, por hoy, parar aquí y darle paso al silencio, al tuyo, al mío, para que alguna de estas palabras baile. Dulce. Como la tarde que termina.
Aquí, deseándonos tiempo,
Jules.
👆 Cuando lees estas cartas es como si nos estuviéramos tomando un café. Este enlace de arriba es una forma en la que puedes decir “oye, hoy invito yo”. Gracias por eso.
Hija del río
Hace un tiempo escribí la historia de esta niña jaguar con Tragaluz Editores en la que busqué transmitir la expedición realizada por Amazon Conservation Team a través del Río Putumayo.
Pronto tendrán la oportunidad de comprar este libro en Casa Tragaluz de forma física (Medellín) o pedirlo a domicilio para cualquier parte de Colombia. El dinero recaudado se usará en beneficio de las comunidades.
Mientras tanto, quiero compartirles aquí algunos fragmentos e imágenes del libro, pues la idea es compartir saberes que nacen y crecen en el río a través del viaje de esta valiente hija del río.
Resulta que la semana pasada encontramos una oruguita comiéndose los pétalos de un girasol en nuestra sala. Julián le hizo una casa de cristal con hojas frescas para que comiera a diario. La llamamos Clementina. Ahora Clementina se empupó y todos los días esperamos con anhelo verla salir en su fase de polilla. A ella, este poema.
Si te apetece que te recomiende algún poema a la medida, solo escríbeme.
Polillas, Adam Zagajewski
Las polillas nos observaron a través
de la ventana. Sentados a la mesa,
fuimos ensartados por sus miradas centelleantes,
más duras que sus alas destrozadas.Siempre estarán afuera,
más allá del cristal. Y nosotros estaremos aquí dentro,
más y más adentro. Las polillas nos miraron
por la ventana, en agosto.
📚 La trama
Me encantan los libros que también son objeto-tesoro, que se salen del formato ya conocido y se arriesgan para que interactuemos con ellos, para que los leamos con todo el cuerpo. Prometo que pronto haré un especial de este tipo de libros. Mientras tanto, quiero recomendarles una editorial que sabe hacer muy bien esto de los libros en formatos distintos: Veinte por Dos. Acá pueden ver cómo se despliegan sus colecciones. Les dejo un fragmento de Botoncito de oro, de Mateo Rodríguez Arias:
Botoncito de oro: tan extraño y distante que a simple vista no se puede ver, pero que está ahí, día y noche, como el germen de lo que uno es.
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🎬 El carrete
Hace poco volví a verme El laberinto del Fauno, de Guillermo Del Toro, y me siguió fascinando, pues se trata de cómo nos contamos historias para entender mejor la realidad, para salvarnos, aún incluso, cuando el destino es la muerte. Como te conté en la carta pasada, tuve la oportunidad de compartir con Cornelia Funke y me enteré que tras lanzar la película, Del Toro le pidió que hiciera una versión escrita de esta historia. Ella, sabiendo del reto que suponía esto, se atrevió a hacerlo y el resultado es genial, pues amplía ciertas historias que quedan insinuadas en el mundo de fantasía de la protagonista. “Escribir este libro me hizo volver a creer en la fuerza, en la verdad de la fantasía para acercarse a los sentimientos humanos”, algo así nos dijo.
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🎨 Puntada creativa
Hace tiempo tenía pendiente hacer una buena reseña para que conozcan “Río de hilo”, de Ingrid Canizalez, un diario bordado de su viaje por el Río Amazonas. Léanla aquí.
“Los hilos van dejando rastro de lo vivido. El bordado tiene una conexión muy fuerte con la continuidad, con la constancia, con la repetición (…). Adoro estar activa con el tambor y levantar la mirada para encontrar este presente, este paisaje, esta gente”.
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🌻 Dechado de jardines
Una de mis deudas literarias es Farenheit 451, de Ray Bradbury. Aún así, tuve la suerte de encontrarme gracias a mi amiga Juliana con este fragmento exquisito y dejarme más antojada aún de leerle:
“Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardín plantado. Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio adonde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, que tú plantaste, tú estarás allí. No importa lo que hagas – decía – en tanto que cambies algo respecto a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después de que separes de ello tus manos. La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped igual podría no haber estado allí. El jardinero estará allí para siempre”.
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🎵 Aguja que suena
Acá van dos joyas en una. Por una parte, tenemos el podcast “Alguien debería prohibir los domingos por la tarde” de la directora de cine Isabel Coixet (La vida sin mí), con una mezcla de lecturas de fragmentos literarios, comentarios personales y una selección musical exquisita. Y por otra, el programa que Coixet dedica a Feist, una artista para escuchar así, lentico, un domingo por la tarde. Disfruten.
Quiero empezar por lo más importante: esta semana cumplí 3 años. Solo pedí una lata de atún, pero mis humanos también buscaron ideas para hacerme juguetes que estimulen mi instinto cazador y me hagan una gata más feliz por medio del juego-recompensa-ñami. Es lo mínimo que merezco, ¿no?
Aquí encuentran una página con muchas ideas de “Food puzzles for cats”.
Sin más por el momento, Rima 🐾