#32: Regalarse una residencia artística 🎨
¿Cómo es una residencia artística con una escritora famosa? ¿Se puede tener una habitación propia para crear? Vamos a ello.
Llueve,
Y un gato duerme en la esquina de una ventana. Estoy de regreso en casa escribiéndote esta carta para calentar las manos y la escritura. Quiero recordar algo de las últimas semanas y llevarte allá conmigo para que sientas el clima de la primavera, que más que frío o tibio es flotante: la temperatura se parece tanto a la del cuerpo que atraviesas el aire como “volando”.
Resulta que hace tres años me gané una residencia artística (te lo conté en la carta pasada) con la escritora Cornelia Funke (de la saga Corazón de Tinta). Después de tanta espera por pandemia llegué y me sentí en una de su historias fantásticas: una casa antigua de campo adornada por decenas de lucecitas que hacían las veces de hadas, perros que decían magia, libros y libros y más libros que contenían el mundo entero, tejidos, cuadros que te sonreían, tesoros asomados en los anaqueles y un paisaje bucólico.
Me sentí tan feliz como nerviosa. Necesitaba absorber todo eso y solo tenía una semana. Quería escribir un libro completo, bordar una gran obra y a la vez leer, caminar, bordar, conocer mucho a Cornelia. El objetivo general de una residencia como esta es tener tiempo y espacio en donde uno pueda dedicarse a hacer eso llamado arte y que no suele estar entre las prioridades del cotidiano. Ese espacio suele tener ese aura idílica que otorga la naturaleza y puede haber otros artistas para compartir ideas. Pensar en esto me hizo entender que estaba allí para absorber más que para crear. Que en los procesos hay que darle su lugar a no hacer, a jugar, a escuchar lo que los demás quieren compartir, a buscar un pájaro entre los cantos de las ramas.
Así que escribí poemas cortitos y malos dentro de un invernadero, bordé en todos los lugares posibles del jardín de Cornelia (bordo para habitar, para ver mejor el paisaje), inventé una serpiente alada con piel de canela y la bordé, conocí una historia tremenda de Natalia (una de las otras artistas) y la bordé a ella, estampé hojas y flores de primavera sobre tela, tertuliamos con el escritor Adolfo Córdova, escuché a Cornelia decir majestuosamente que la fantasía habla mejor de la realidad que el realismo y que las imágenes y la música (como esa composición que hizo Santiago, otro de los artistas) nos acercan aún mejor a los sentimientos que las palabras.
También pude ver algo de la rutina de Cornelia: desayunaba recibiendo un rayito de sol mañanero mientras leía un libro (estaba fascinada con La red oculta de la vida, de Merlin Sheldrake), se tomaba tiempo para conversar con nosotros, para cuidar de su jardín y sus perritos, para reunirse con sus amistades. En la tarde, cuando no tenía una entrevista o presentación por Zoom, trabajaba en su próxima novela. En algún momento también tejía y pintaba. Se iba a la cama temprano y seguro veía algún episodio de Ted Lasso, una serie que nos contó que le parecía excelente.
En resumen: renuncié a la idea de producir algo trascendental y abracé lo que el lugar y sus habitantes querían dar. ¿Era mucho? ¿Era poco? Era suficiente.
¿Necesitaba ganarme una residencia e ir hasta Italia para tener ese espacio, ese tiempo? No, claro que no. Este viaje, por supuesto, me dio una experiencia única, ‘irreproducible’ e irrepetible. Sin embargo, uno puede regalarse a sí mismo esa habitación propia para crear o inspirarse.
Primero, hay que comprar el tiempo… un rato del día, una semana, un año, el que sea necesario. Esto es lo más costoso. Con comprar, me refiero a renunciar a algo urgente, madrugar un poco, dejar de hacer por un momento al día algo importantísimo, decir más veces ‘no’, darle vida a esos ahorros que podrían están destinados a algo material.
El espacio también puede ambientarse considerando la vitalidad de la naturaleza y de las personas: buscar un jardín, un parque, un café, una biblioteca, un rincón de la casa con un buen rayo de sol o con flores recién compradas, un alguien con quién conversar sobre la vida y el arte.
Finalmente, está el factor ‘Cornelia Funke’ o la artista que es el corazón de esa residencia. Lo que digo es: no hay mejor forma de aprender de un autor que leyéndolo. O de un músico que escuchándolo, o de un pintor que recorriendo su obra. Y así.
Ya se secaron las gotas en mi ventana y es hora, ahora sí, de crear, pues de inspiración no vive la artista 😜 .
Aquí,
Jules.
»La pelusa (o errata): Llevo dos ediciones numerando mal este niusletter, pero ya hoy vuelvo a la normalidad. ¡Vamos 32 números señoras y señores!
👆Leí en algún lado que estos cafés virtuales no le cambian a uno la economía, pero sí motivan a seguir haciendo esto que no te da para vivir, pero que le da más sabor al vivir. Gracias por beber y saborear estas cartas.
Si escriben, por vocación o diversión (incluso por necesidad), sabrán que lo que se escribe siempre es otra cosa. ¿Qué será? ¿Un autorretrato? ¿Una idea de paraíso? Otra, otra cosa. Siempre.
Si te apetece que te recomiende algún poema para tus dolencias, solo escríbeme.
Lo que se escribe es siempre otra cosa,
Inger Christensen“Con el lenguaje nada más que un latido en el cielo”.
Stéphane MallarméLo que se escribe es siempre otra cosa
Y lo que se describe es de nuevo otra cosa
Entre ambos está lo indescrito
que tan pronto como es descrito
abre nuevos territorios indescritos
Es indescriptible
Aunque la oscuridad esté definida por luz
y la luz por oscuridad
siempre queda un resto fuera.
Y aunque este resto “sea definido”
como jardines arrasados
detrás de las verjas de hierro que crecen
siempre queda la lógica
Pero aunque la lógica no esté definida
sino oculta bajo capas de jardines
pintada de jardín a jardín
queda siempre una inquietud
una desesperación
un pulso sin cuerpo
Esto es una crítica del cuerpo
porque es una crítica de la vida.
📚 La trama
Niñapájaroglaciar, de Mariana Matija, recién publicado por Rey Naranjo Editores, es un libro de ensayo personal o diario de observación del paisaje exterior; ese que se refleja en el “paisaje interior” (el de ella, el de nosotros) habitado por aquellos “vecinos de otras especies”. Es también una serie de cartas de amor a esos otros habitantes de la tierra:
“Cada vez que alguien ama a otro alguien (…), el amor toma a ese alguien amado, que está afuera, y lo refleja hacia adentro del que siente amor, creándole un paisaje interno que a medida que se enriquece con nuevos amores se va volviendo más y más amplio”.
🎬 El carrete
Nunca pensé que te iba a recomendar John Wick, pero te voy a recomendar John Wick. En especial la cuarta entrega. Para mí no fue una película más de acción y violencia con una trama sosa, sino una celebración de la tensión entre el exceso (las originales peleas en escenarios como las escaleras de Montmartre, un lugar lleno de vitrinas de vidrio, una glorieta, etc.) y la ausencia (las poquísimas palabras que pronuncia Wick).
🎨 Puntada creativa
Loose Ends Projects es una iniciativa internacional para terminar proyectos textiles que los seres queridos dejaron atrás. Por ejemplo: esa colcha de crochet que la abuela dejó a medias, el bordado en punto de cruz que la tía no terminó, las lanas que heredaste de la bisabuela y que no tienes idea de qué hacer con ellas, pero que no te atreves a tirar a la basura porque saber que son un tesoro. Eso. Acá te dejo más información.
🌻 Dechado de jardines
¿Te has dado cuenta de que cada vez hay más y más libros de jardines y naturaleza en las librerías? Este artículo súper interesante te cuenta por qué el jardín como motivo literario es una tendencia que habla del poder simbólico de estos espacios.
🎵 Aguja que suena
Hoy me voy con una canción muy sexy de la banda sonora de la película Drive y un podcast para los amantes de las cartas: Epistolar.
Eso de las residencias artísticas a mí no me gusta porque mi humana tiene que irse mucho tiempo fuera de casa. No tiene sentido, ya que lo único que usted necesita para hacer de su casa un estudio de artista es un gato. Está comprobado:
Julio Cortázar tenía dos gatos: Adorno y Flanelle. Borges a Odín y a Beppo. Silvia Plath tenía a Daddy. Andy Warhol a Sam. Kandinski a Vaske. Klimt a Katze (que significa ‘gato’ en alemán). Murakami a Kirin. Mark Twain tenía a Apollinaris, Beelzebub, Blatherskite, Buffalo Bill, Satan, Sin, Sour Mash, Tammany, Zoroaster, Soapy Sal y a Pestilence. Y Dalí tenía un ocelote llamado Babou, que también vale.
Miau, miau,
Rima 🐾
Juli, qué belleza de texto, de experiencia, de luz.
Un mes sin recibir un mensaje de "Perder el hilo" es mucho tiempo. Qué no vuelva a pasar! jajaja