#56: Ese zumbido en tu cabeza 😵💫
O sobre el insecto saboteador que nos atormenta. También poesía y recomendados con sonidos de hilo.
Hola, vos:
Una mañana, al despertar de un sueño agitado, el insecto ya no estaba allí.
O sí estaba, pero no me había convertido en él. Hablo del insecto saboteador. También conocido como el escarabajo kafkiano, la piedra de la locura, la cucaracha de la ansiedad o el señor Hyde.
Este insecto me ha hecho creer muchas veces que las cosas están mal o peor de lo que parecen. Que solo me resta dejarme caer. Él no tiene que inventar nada para convencerme; basta con subirle el volumen a algo que sí existe: una culpa, un miedo, un trauma, algo no resuelto.
Lo he examinado con lupa para entender de qué está hecho, de dónde viene. Es necesario saber a qué me enfrento. He intentado, inútilmente, fumigarlo. No obstante, su gran poder es que tiene material de sobra para resucitar: esculca entre los anaqueles del pasado, se fija en las pequeñas manchas, amplifica las voces que juzgan sin importar que el mundo entero me diga cosas buenas. También reúne evidencia, acumula motivos para que yo distorsione la realidad y sobre todo vea lo que le alimenta: la oscuridad.
Incluso hay días en que me levanto y encuentro en cada persona a ese insecto materializado. Y peleo, injustamente. Y me arrepiento, tal vez muy tarde.
Este escarabajo nunca se va del todo. Por épocas parece calmarse, o hasta se vuelve inofensivo, pero ante cualquier descuido reaparece. Sé que es capaz de volverse suficientemente grande para invalidarme; convertirme en un monstruo que no es capaz de darse la vuelta ni levantarse de la cama.
Pienso en la película Una mente brillante. Trata sobre la esquizofrenia, pero sus imágenes funcionan. Un hombre encuentra secuencias de números que nadie más ve. Por esta capacidad creativa, también ve y escucha personas que no existen. El hombre intenta ‘mejorarse’ con medicamento psiquiátrico, pero esto le nubla su destreza con los números. Entonces aprende a coexistir con estas quimeras para poder conservar sus habilidades. Las sigue viendo, pero las ignora. Sabe que no son reales, aunque de verdad las vea.
Algo así con el insecto saboteador. Cuando aparece, lo identifico; sé que me quiere hacer pasar un mal rato. Lo hace porque me quiere proteger, porque busca prevenir algo que en el pasado resultó doloroso. Me repito que esta no es la manera, que aunque le escucho no puedo actuar en consecuencia. En cambio, me aferro a algo presente, a algo que esté por fuera de mi mente: la respiración, el roce de mi ropa, el sonido de un pájaro distante.
Sé que el zumbido pasará.
El insecto insiste: no, no pasará nunca, debes resolverlo ahora, incluso empeorarlo, porque haciéndote daño a ti misma acabas también con el sufrimiento. Si te dañas primero nadie te dañará, asegura. Le escucho, claro que le escucho. Pero no le creo. Eso es lo importante.
Me digo que por lo menos hoy no tengo que lidiar con él. Que tal vez mañana.
Y mañana deja de importar.
Sé que no hay un insecto. Que esa voz soy yo misma, pero me queda más fácil entenderla si la vuelvo un personaje, si intento no ponerme una etiqueta: yo soy esto y no puedo ser algo más. Mejor saber que “esto” hace parte de mí, como un bicho invasor, pero no soy toda yo. Puedo hacerlo pequeñito: escarabajo, hormiga, tardígrado… algo que de vez en cuando zumba y no me deja dormir, pero que no me volverá a hacer daño.
No sé… esto te quería contar hoy, que despierto, y hace mucho que el insecto ya no está allí.
Jules.
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👆Hagamos de cuenta que en este espacio nos juntamos a tomar un café y a hablar de la vida. Hagamos de cuenta que esta vez tú invitas porque sientes que esta carta le aportó algo a tu semana. Y yo te lo agradezco muchísimo.
»Estoy muy contenta porque tengo por acá nuevos lectores y lectoras de Perder el hilo y me encanta saber que me leen desde otras partes del mundo. Varias personas me han escrito interesadas en conseguir mis libros fuera de Colombia, y como sé que no en todas las librerías se encuentran, les dejo por acá el link de Buscalibre, donde pueden pedir varias de mis obras en físico. Además, en la página de Planeta pueden comprar Autorretrato en el jardín y Mi hermana Juana y las ballenas del fin del mundo de forma digital. También está disponible el audio libro de Los últimos días del hambre y 24 señales para descubrir a un alien.
»Tengo conmigo algunos ejemplares a la venta de Autorretrato en el jardín y El vuelo de las jorobadas para mandarte a tu casas (solo Colombia) con una dedicatoria especial. Si te interesa, escríbeme.
»En redes:
Empecé una serie de bordados llamada ‘Tetrasutra’, en homenaje a mi maternidad.
Hice un reel recomendando tres nuevos libros ilustrados con hilo.
Para el día de la madre bordé estas matrioskas.
Fotografías intervenidas con bordado.
Un poema para recuperar la máquina de coser de la madre…
Máquina de coser, Denisse Vega Farfán
para Irma
Por ese metálico agujero
viajaron todos tus hijos.
Un hilo arbóreo
arteria veloz
un tiempo frágil
pugnando por lamer más allá
de las desbrozadas sienes de nuestros precursores.Las puntadas eran sencillas
repetidas para que no se rasgara la ropa,
y el petrel no cesara en su planicie
jamás tentada.Cuando te fuiste, poco a poco
se les fueron cayendo los botones,
carcomiendo los cuellos,
desbastando las solapas,
reventando los fuelles.Nadie llegó a comprender
sus secretos dobleces,
sus ociosas impiedades.Por ahí también pasé yo, despacito,
agitando mis palabras
-delirantes ejes,
balbuceos de una fiebre desconocida-.Era tan estrecho el orificio
que sólo pude cargar con algunas,
las necesarias para encontrar el poema.¿Qué entalle final aguardabas?
-¿qué precisión en la armería falaz de la escritura?-
No llegamos a entender.Tú solo cosías y cosías,
el pedal oxigenando la biela,
la caja de bobinas traqueteando
al albor de la prensa de tu aceitado ojo,
estuarios comunes, moldes de hastío
que pugnabas gobernar.El traje de los cinco años languidece
como el plumaje de un inocente gallinazo.Salvo mi cuerpo casi nada es diferente,
sigo con el mismo instinto dirigiéndome a las personas.Quisiste coserme bien, por dentro y por fuera,
asegurarte que nada se desbordara.Así la tentación del poema,
luchando por contener la señal impermeable,
la aurora exacta surcada de raudos vencejos,
la tensión de la nasa presta al bocado esquivo.Por ese metálico agujero,
viajaron todas las palabras posibles
para ser traicionadas.
Un poema para apreciar mejor los restos de un día cualquiera…
Restos en la cocina después de que te vas al trabajo, Roy Beckemeyer
Un círculo perfecto de leche
que brilla blanco
y translúcido en la mesa – un recuerdo,
o quizás un eco
de tu tazón de cereal de porcelana.La mezcla
de café y tostadas oscuras
aromas, flotando
a través de la inclinada
luz de la mañana,
enviándome
a buscar en los estantes
ámbar gris o almizcle
para fijar la nota básica
de nuestra mañana.La salpicadura de sol
que dora los bordes
del periódico matutino,
puliendo las noticias de ayer
en una rara edición de folio
de un día ordinario.
Maridar estos poemas con una canción que busca coser muy apretado para acortar las distancias:
¿Has visto alguna vez un concierto ilustrado? No te pierdas esta maravilla con la artista-bordadora Alejandra Oviedo y la voz de Gabriela Ponce:
Hablando de escarabajos, ¿sabías que Franz Kafka ilustraba? Yo no. Acá puedes ver varias de sus piezas.
Hace poco tuve el gusto de ver el ciclo de charlas “Reflexiones sobre el bordado en la práctica artística contemporánea” que organizaron las cófrades de la especialidad en Bordado Aplicado a las Artes y al Diseño (BAAD) de Gimena Romero. Acá les dejo las grabaciones de los tres días donde podrán escuchar no solo las ponencias de las aprendices, sino también la de artistas invitadas como Mariana Guagliano, Coco Esteve, Arcelia Barbero y Carmen Mendoza Chavez.
Para el proyecto Soundweaving la artista húngara Zsanett Szirmay se preguntó qué melodía tendrían los bordados tradicionales de su país si pusiera los patrones en cintas perforadas para que sonaran en cajas de música: en vez de que cada orificio marcara la posición de una nota, lo haría de un punto tejido. Este es el resultado:
Cölmenart es un proyecto de reunión y difusión de la poesía centroamericana. En su web se encuentran libros de poemas para descarga gratuita. Recomiendo, por ejemplo, Doppelgänger, de Vania Vargas.
Hoy traigo un tipo de serie poco común: se trata de Samuel, una temporada de entregas cortitas, animadas, que hablan de los goces y las desventuras de un niño de 11 años que cree encontrar su primer amor. Me parece que va más allá de lo ‘infantil’ y que a mí como adulta me interpeló y conmovió bastante. La música es genial. Acá se puede escuchar su banda sonora completa.
Si bien este no es un newsletter de cocina, pero sí de las cosas que más me gustan, quiero compartir la mejor receta de granola del mundo mundial. Una ventaja es que se adapta a lo que uno tenga en la casa. ¿Me cuentas si la preparas?
-Ingredientes: 3 tazas de avena en hojuelas tipo old fashioned / 1 taza de nueces o semillas (maní, almendra, semillas de girasol o calabaza, quinoa, coco, o la combinación de varios) / 5 cucharadas de almíbar (miel, maple, melaza, estevia, etc.) / 4 cucharadas de aceite (recomiendo especialmente mantequilla de maní. También funciona aceite de coco, girasol o canola, e incluso tahini) / 2 cucharadas de cocoa (se puede reemplazar por maca u obviar este ingrediente) / Canela en polvo / Una cucharadita de esencia de vainilla / una pizca de sal.
-Preparación: mezclar todo y poner apretado sobre una lata. No debe ser muy gruesa la capa, pero sí estar bien junto. Hornear a 170°c entre 15-18 minutos. Al sacar del horno dejar enfriar sobre la lata. Esto es muy importante. Al final se pueden agregar uvas pasas, albaricoques o nibs de cacao. Guardar en un recipiente bien sellado.Me parece muy curioso que a estas alturas de la historia se desaparezcan (y vuelvan a aparecer) obras de arte. En 1963 se dio por perdido el álbum Both Directions At Once del saxofonista de jazz John Coltrane. Fue encontrado en 2018, para nuestra fortuna:
No son las sopas de tomate lo que me gusta de la obra de Andy Warhol, sino esta serie de 25 gatos, todos, excepto uno, llamados Sam. Lo mejor de todo es que en la vida real, Warhol y su mamá, Julia, sí tenían todos esos gatos. Fue ella incluso la que con su puño y letra escribió los nombres junto a las imágenes. Es más: doña Julia publicó su propio libro de gatos, solo que tenían alas porque eran también ángeles.
Aquí, sin más, tu reportera felina favorita,
Rima 🐾
Juli, DISFRUTO de leerte. Voy a buscar tus libros en versión digital. Tengo muchas ganas de saber más de ti. Un abrazo grande.
Que preciosa esta edición de Perder el hilo! me siendo identificadísima con ese bichito. Gracias por compartir con tanta honestidad, Juli. Me guardo lo de Soundweaving, me encantó.