Hola, vos:
No me olvidé de enviarte esta carta. Es que se me vino encima una mudanza y tuve (tuvimos) que andar con ella como una caracola que apenas despierta. Hoy te quiero compartir fragmentos de esta experiencia.
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La casa vieja y la casa nueva están vacías. Uno habla y retumba un eco. Debe ser, al fin, su propia voz.
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La casa vieja no quedó simplemente deshabitada. Quedó desarmada. La gata lo supo y se abandonó en una esquina, mirándonos con una tristeza que no le conocíamos. Tengo ganas de llorar. Aquí fuimos felices y ya no seremos más en este espacio. Vendrán otros y tomarán nuestro lugar. ¿Quiénes seremos entonces?
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Dice Fabio Morábito en su poema Mudanza:
A fuerza de mudarme
he aprendido a no pegar
los muebles a los muros,
a no clavar muy hondo,
a atornillar sólo lo justo.
He aprendido a respetar las huellas
de los viejos inquilinos:
un clavo, una moldura,
una pequeña ménsula,
que dejo en su lugar
aunque me estorben.
Algunas manchas las heredo
sin limpiarlas,
entro en la nueva casa
tratando de entender,
es más,
viendo por dónde habré de irme.
Dejo que la mudanza
se disuelva como una fiebre,
como una costra que se cae,
no quiero hacer ruido.
Porque los inquilinos
nunca mueren.
Cuando nos vamos,
cuando dejamos otra vez
los muros como los tuvimos,
siempre queda algún clavo de ellos
en un rincón
o un estropicio
que no supimos resolver.
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A fuerza de mudarme he aprendido a tener cada cosa en su lugar. ¿Y cuál es el lugar de cada cosa? Fácil, del que me pueda acordar. Lo peor es no saber lo que se tiene. Tenerlo, en cambio, olvidado en la parte más alta del armario, en la caja de un electrodoméstico viejo, desde el momento en que dije: quizá un día le encuentre uso. Un día que nunca llegó. O sí. El día de la mudanza, cuando descubrí que el uso era el de regalar. O, aceptémoslo, cargar a otro con el mismo problema.
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Me gusta imaginar qué hacían los anteriores inquilinos en este lugar. Un lugar es más que un escenario; es una puesta en escena. Es movimiento. La vida de los que pasaron por aquí. Ahora la vida nuestra sucediendo como en una película: en fotogramas de lo cotidiano.
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Fotogramas de lo cotidiano: sentarme en el jardín y mirar hacia arriba, ver la luz pasando a través de las hojas de los árboles, pensar en la palabra komorebi; sentarme al lado de la ventana y sentir el rayo del sol, invitar a O con mis brazos y escucharlo hacer como carrito mientras juega con la silla; llegar a la noche y, a pesar de tener una cama más grande, arrinconar a Julián, buscar su abrazo; ver a la gata entre las monsteras, creer que vuelve a su animalidad.
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Dice Luis Chaves en su poema -también- llamado Mudanzas:
Una casa reducida a cajas de cartón
la tarde que gira sobre el eje de la lluvia.
(…)Las hormigas vinieron
en las cajas de la mudanza.
El apartamento nuevo
empieza a parecer una casa.
De otro, pero una casa.(…)
No es desorden lo que se ve,
es un orden disparejo.
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La casa reducida a cajas de cartón. O más que la casa: nuestra historia juntos.
Nunca tuvimos cajas suficientes. Las que conseguimos se las comieron los libros. Tocó usar los baúles de otras generaciones, las valijas de otros viajeros y bolsas gigantes para lo textil. La dicha de su ligereza.
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Del libro Mudanza de Eva Mastrogiulio y Laura Loretta:
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Todavía hay cajas en los espacios menos concurridos. Espacios que aún están en pausa; casi muertos. Habitar es, al fin, enfrentarse al caos.
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Quería escribir aquí un poema de Adilia Lopes, pero tengo su libro quién sabe en qué caja. Solo recuerdo que ella compara el organizar la casa con crear un poema.
Desentropiar la casa cada día para postergar el Caos.
La poeta es la mujer de la limpieza: ordena el poema como ordena la casa,
que el terremoto amenaza — la entropía de cada cosa.
Es cierto. Las cosas van encontrando su nuevo lugar como las palabras que se acomodan en un verso. Las miro de lejos, las cosas y las palabras, y me causan el placer de la belleza.
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Antes de la llegada de las cajas, nos dedicamos a limpiar cada rincón de la casa nueva. Cada estante, cada vidrio y pared e intersticio entre los muros. Sentí que estaba bien que para conocer la casa me tomara el tiempo de acariciarla.
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La gata llegó y se quejó un par de horas. Solo salía en la noche los primeros días. Ahora, creo, es la más feliz con tantos escondites y camas para ella sola.
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Una casa siempre viene con habitantes. Me alegra que no sean fantasmas sino aves. Una colibrí llamada Petulia y un copetón, Segundo, que pelea todos los días con su reflejo.
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Dice Fátima Vélez en su poema Mudanza:
sobre el Tenemos casa, Tenemos casa
crujen las tablas
podríamos
perforar
con esta dicha
que no embalsama para-siempres
pero nos hace creer que siempre
no es una distancia tan amplia
como nos la han pintadoahora a hacer café
en el centro
en el frío
de una casa
sin ollas
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También me imagino para-siempre aquí. La casa envejecerá con nosotros. Solo espero que alrededor sigamos teniendo el magnolio y la jacaranda y el pino que tiene forma de vela de Hanukkah. Ojalá no lleguen los edificios, ni los perros, ni los bares, ni el metro. Que no lleguen los gigantes.
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Lo primero que organizamos fueron las camas, luego, la cocina. Lo último será el estudio. Las prioridades son evidentes.
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Del libro A cada quien su casa, de Chiara Carrer:
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Adjetivos para nuestra nueva casa: ajardinada. No precisa más.
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Dice María Gómez Lara que “Dice Szymborska que al alma/ le aburren los trasteos/ no corre armarios/ no empuja cajas”.
Mi alma no levanta cajas, es cierto. Pero las señala. Las sueña.
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¿Qué es lo que más me gusta de esta casa? Desdoblarme y vernos en ella.
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Dice Alejandro Zambra en su libro Mudanza:
Hay dos mudanzas posibles: la del que busca la salida y la del que busca el regreso.
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Quiero salir y poder regresar.
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Dice Yessica Chiquillo en su Instagram:
“Vivir es pasar de un espacio a otro, haciendo lo posible para no golpearse”. (…) Hay que escurrirle la memoria a las paredes que luego se volverán a pintar. Estas últimas semanas hemos botado, regalado, comprado cosas, e imaginado otras tantas. La dimensión de lo material nos ha abrumado y otras veces nos ha enternecido. A pesar del estrés y el cansancio, aligerarme de cosas me mostró su lado amable, hacer curaduría de lo propio es también un oficio hermoso. (…) Según Bachelard, uno siempre sueña con la casa materna y hasta el momento, de todas las casas donde he vivido, solo he soñado con aquella concha inicial. Me iré amoldando a las nuevas paredes, a su carácter, porque todo lugar lo tiene, entendiendo sus crujidos, los escondrijos por donde entra el viento y la luz. Hay algo en este lugar que se afloja y va cediendo hasta mostrarme su magia.
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Anoche soñé con que mi casa era una cabeza de tela cosida por mi madre. Era mi propia cabeza. Dentro de ella había una versión más pequeña de mí que veía la tele para sentirse mejor.
En mi casa no hay tele.
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Hay un libro de Janosh llamado Qué bonito es Panamá. En él, Oso y Tigre salen de su casa en busca de Panamá, un lugar al que imaginan Utópico, y al llegar allá en realidad regresan a su casa inicial, pero no se dan cuenta. En todo caso, sienten que todo es, efectivamente, más hermoso.
Siempre vuelvo a la misma casa porque todas las casas son lo mismo: un espacio físico. Es el espacio mental lo que la hace más bella. Sí, he llegado a la casa de mis sueños. No es perfecta, incluso tiene heridas. Pero eso solo me confirma que está viva y que será parte de nuestra historia.
Aquí,
Jules
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#63: Se busca casa de los sueños
👆Este es el espacio para que me invites a un café virtual. También puedes llamarle propina ;) O abrazo. O regalo de cumpleaños! (¿sabías que cumplo años el 15 de mayo?).
El escritor Erick Duncan me entrevistó para el programa Señal Literaria y salió una conversación muy bella acerca de mi libro Autorretrato en el jardín. Pueden verla acá:
Charla y costurero “Del texto al textil” en la Galería Ocre (Cll 70a #5-67, Bogotá) a propósito de la exposición “Metáforas de lo intangible”, donde tengo expuestos dos de mis libros textiles: Mujeres que corren con los lobos y Caracola.
Miércoles 28 de mayo, de 3 a 6 pm.
En la charla, a cargo mío, exploraremos cómo el hilo de la palabra se transforma en tejido o bordado y cómo la memoria puede ser tangible. El costurero, a cargo de la curadora Caridad Botella, se pensará acerca de la relación entre el bordado y la palabra.A propósito del fallecimiento de Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, puedes revisitar este perfil que escribí acerca de su legado.
Nos vemos en Instagram, Twitter o en mi página.
Amé esta carta. Amo las mudanzas...es revolver nuestras vidas, y eso me divierte...incluso el caos siendo muy ordenada.
Cariños desde Panamá, si el pais !
Chabela
Me hiciste llorar. Hace más de dos años me mudé a un espacio mucho más pequeño dejando atrás esas paredes que tenían muchas historias mías escondidas y que al final les agradecí y me despedí. Aún no lo supero. Y así cómo dices: se llega a otro lugar que fue parte de otras personas y es empezarlo a reconocer y volverlo parte de uno. Gracias por esta carta!